domingo, 2 de julio de 2017

Competitividad / Alberto Aguirre de Cárcer *

Esta semana no ha podido quedar más claro que el retraso del AVE, el aeropuerto y otras infraestructuras críticas para la competitividad de la Región nos tienen a todos hasta el gorro. Es «cabreante», dijo el presidente del CES. Una «tomadura de pelo» que provoca «hartazgo», añadió días después el presidente de los empresarios. 

Hasta Fernando López Miras, en la asamblea de Croem, expresó que él es el primer «enfadado» por estas recurrentes demoras. Aunque la recuperación económica no ha llegado a todos los hogares, este es el segundo año de crecimiento y esas palancas para nuestra economía se hacen esperar todavía más, lo que acentúa la brecha con nuestras comunidades más próximas y provoca cansera social. 

El Gobierno regional sabe que la alta velocidad y Corvera son hitos determinantes para esta legislatura y que gran parte de sus expectativas electorales en 2019 dependerán del despegue de estos proyectos, junto a una solución estructural al acuciante problema del agua. Al presidente López Miras se le ve dispuesto a dar la batalla en Madrid. Hace bien. Personalmente no tiene nada que perder. La responsabilidad le ha llegado sin haberla pretendido y hoy no tiene que contemporizar con Génova o La Moncloa para obtener un puesto en las listas electorales. Sabe que hoy le renta políticamente más incomodar a la ministra de Agricultura que a los regantes. A la postre, la mayoría le juzgará por su actitud y no por logros que iniciaron otros o por las secuelas de una herencia envenenada. 

Culminar la llegada del AVE y la apertura de Corvera, tal y como están ambos, tampoco es que sean los doce trabajos de Hércules. Más complicado lo tendrá con la negociación del pacto nacional del agua porque ahí se multiplicarán los frentes. El auténtico interrogante que suscita su presidencia es si solo se ocupará de lo evidente y lo urgente (las infraestructuras y el agua) o tendrá una actitud proactiva para encarar, con la vista en el medio plazo, otras carencias que nos han hecho retroceder como ninguna otra comunidad en los índices de competitividad regional durante los últimos tres años. 

Carencias como la escasa orientación de las empresas murcianas hacia la innovación, el menguante gasto en I+D+i y una especialización productiva con baja intensidad en conocimiento, como señala un reciente informe de la Fundación BBVA. Eliminar el impuesto de sucesiones en enero de 2018 o avanzar en la simplificación administrativa son medidas positivas, pero claramente insuficientes. La tecnología, la innovación y la sostenibilidad son los factores decisivos que confieren fortaleza a los territorios en este globalizado y digitalizado mundo. Y en esas tres áreas no andamos precisamente fuertes. Al contrario. 

La memoria del CES señala, atinadamente, cómo el escaso nivel de gasto en I+D y el inferior nivel educativo respecto a la media española es tanto o más importante que los déficits en infraestructuras de transporte. De qué sirve, además, tener tres universidades, dos de ellas públicas, si no existe política universitaria o acumulamos dos años sin un plan de investigación y desarrollo. Cómo es posible que tengamos una de las cuatro únicas politécnicas de España y obtengamos, muy a pesar de la UPCT, tan poco rédito en el sector productivo de la calidad de sus docentes y tecnólogos. No parece que la sociedad murciana se esté beneficiando de la explosión de graduados universitarios en la proporción que cabría esperar. Fueron estudiantes de Medicina formados en la Región quienes obtuvieron las mejores notas en las dos últimas convocatorias de las pruebas del MIR. Y hace pocos días, los tres proyectos ‘tecnosociales’ que jóvenes de la Región presentaron al ‘Think Big’ de Telefónica recibieron una beca y la opción de ‘venderse’ ante decenas de inversores. Hay, en efecto, mucho talento individual, pero falta mucha masa crítica en materia de excelencia.

Convertirse en una Región donde, al margen del innovador sector agroalimentario, el peso de la riqueza radique en el sector servicios y en otros de insuficiente valor añadido es una opción. Pero la renta media seguirá en el furgón de cola, continuará la alta temporalidad laboral y la generación de riqueza por puesto de trabajo será de las más bajas del país. La Región es ya un lugar excelente para vivir o venir de vacaciones. Con el AVE y Corvera lo será aún más. Pero aún entonces seguirá siendo un territorio difícil para trabajar, producir e innovar. 
 
 
 
(*) Periodista y director de La Verdad
 
 
 
 
 

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