¿Recuerdan esas películas del Oeste en
las que el personal se lía a mamporros en mitad de un barrizal en un
pueblo perdido de Alaska? Todos quedan cubiertos de fango y siguen
atizándose sin saber ya por qué.
Este asunto de las alcantarillas de
ministerio del Interior se parece mucho. Desde el ministro santurrón al
último detective privado, estilo Philip Marlowe, la amplia variedad de
cargos, carguillos, comisarios, delegados, subcomisarios, policías,
soplones, políticos en esta ciénaga de la "operación Cataluña" todos
embarrados hasta las cejas, ya no permite distinguir a unos de otros,
cosa, además, inútil, pues todos van a lo mismo: a llevárselo crudo y
acusar a otros de hacerlo.
En ese clima de verdaderos hampones suena la
divertida advertencia del portavoz del PP, Martínez Maíllo, sosteniendo
que la próxima comparecencia del presidente del gobierno como testigo
ante un tribunal que está juzgando la presunta corrupción de su partido
se inscribe en la normalidad democrática.
Ignoro qué entienda Maíllo por "normalidad" y por "democrática", cuenta
habida de que eso no ha pasado jamás en España y dudo de que lo haya
hecho en alguna otra democracia. Y de ser tan normal, no se entiende que
el presidente quisiera comparecer poco menos que por skype. La
normalidad democrática manda que baje al barro. Al fin y al cabo es el
suyo.
¿Y esas otras historias de mafias de los negocios de la construcción, gangsters
de Chicago que hacen desaparecer a sus enemigos en bloques de hormigón,
usados para construir rascacielos con trampas acordadas con autoridades
municipales corruptas? No se diga que exagero. Algún testigo de la
Púnica (el emporio de Granados) denuncia haber recibido amenazas de
muerte. Estos de la Púnica parecen poderosos y con influencias. Las
suficientes al menos para vaciar las carpetas y archivos de la Comunidad
con documentación de gran fuerza probatoria.
Nada menos que los contratos claves de la Púnica con la Administración.
La explicación es que se han "traspapelado" y que sus carpetas "están
vacías". Quienes hayan sido capaces de hacer desaparecer una parte del
cuerpo del delito, probablemente estén en situación de proceder de igual
modo con alguna persona incómoda. No al estilo de Chicago, pero sí al
más berlanguiano, de ahogarla en el Manzanares. Ese toque de Berlanga
explica muchos aspectos de la corrupción española. Por ejemplo, la conga
que se marcaron los peregrinos a Lourdes con cargo al erario.
Berlanga
es solo una parte de la vis artística de la corrupción. La otra,
inevitable, es Valle-Inclán. La corte de los Borbones de la tercera
restauración, con un exrey que lo es por borbonear y una familia real
tan popular que no solo se codea con plebeyos, sino también con
delincuentes, es tan animada como la de su antepasada Isabel II. Y con
Valle, aparece la Iglesia, cuya posición en esta España no confesional
del XXI es tan peculiar que hasta la UE ha debido advertir -con la
legislación mercantil en la mano- que la exención fiscal a las
actividades empresariales de la Iglesia es ilegal.
En España, las luces
vienen siempre de fuera porque aquí el personal está en la luz interior
del misticismo, gracias a la cual el país se ha enterado de que la
Iglesia es un Estado dentro del Estado, que no paga ningún tipo de
impuesto: sucesiones (claro), IVA, IBI, IRPF, Sociedades. Nada. En
cambio, recibe una subvención pública de miles de millones de libre
disposición. Con ese dinero, entre otras cosas, financia canales
audiovisuales de extrema derecha y sin contar con la presencia de los
obispos en la radiotelevisión pública. Así, gracias a Dios, toda la
ciudadanía, incluidos los homosexuales, puede enterarse en la misa del
domingo por la mañana de que la homosexualidad es una enfermedad que
tiene cura administrada por el obispo telepredicador.
Esta
permanente injerencia del clero en la vida pública da tipos humanos muy
parecidos a los de las novelas de Pérez Galdós. Algunas mujeres directa
o indirectamente relacionadas con la corrupción tienen toques
galdosianos: Aguirre, Cospedal, Cifuentes o la mosquita muerta,
consejera de educación en Madrid, Lucía Figar, que se gastaba los
dineros públicos en campañas en las redes para embellecer su imagen de
virgen prudente. Y los hombres no se quedan atrás, con esos empresarios
enchironados o a la defensiva, como Díaz Ferrán o Arturo Fernández, por
no hablar de los empresarios del hampa, como Correa o su adlátere el
Bigotes, emblemas del machismo delictivo. Ahí están las novelas del
llorado Chirbes, continuador malgré lui-même de la tradición galdosiana para dar el trasfondo.
Es
patente que este gobierno no puede gobernar; no es en absoluto
"normalidad democrática" que el presidente vaya a declarar en un proceso
penal; y mucho menos que su declaración se ajuste -como se ajustará- al
"no sé", "no me acuedo", "no me consta" y "esas cosas las llevaba mi
marido" de la Infanta. Será imposible evitar el titular de prensa de Rajoy se marca una infanta.
Esta
irrisión general no puede seguir así, sobre todo porque sus
responsables pretenden ocultarla encendiendo un conflicto en Cataluña. Y
la única manera de pararlo es una moción de censura. A ella puede el
gobierno responder con una disolución y convocatoria de nuevas
elecciones (siempre que se respeten los pasos establecidos) pero, en
cualquiera de los dos casos, se habrá puesto fin a una situación agónica
que no se sostiene.
El frente unido español contra el referéndum
A
medida que se acerca la fecha del referéndum sin que el bloque
independentista muestre señales de vacilación (aunque la prensa
cavernaria de Madrid se las invente) cunde el pánico en las filas del
nacionalismo español. Como siempre, ha sido incapaz de gestionar el
conflicto con un mínimo de racionalidad y ahora, cuando ya no hay
tiempo, forma un frente común contra el independentismo, olvidando sus
aparentes discrepancias.
El
PP esgrime la sagrada unidad de la patria que Franco agonizante
encomendó a Juan Carlos, aunque ahora se disfraza de unidad
“democrática” de soberanía, de “igualdad” (las comillas indican
mentiras) de todos los españoles y de vigencia de una Constitución que
el propio PP rechazaba en un principio. Para garantizarla está dispuesto
a emplear todos los medios, incluso los presuntamente delictivos, como
ya ha demostrado.
El
PSOE, tratando de diferenciarse de la derecha neofranquista, después de
años de haberle hecho el juego, persigue el mismo fin, pero acude a
procedimientos menos agresivos, más dialogantes y con mayor voluntad de
reforma. No obstante, tiene la misma línea roja del “no” al referéndum
y, por lo tanto, no solo llega tarde si no amplía la oferta, sino que su
papel de furgón de cola de la derecha será aun más lamentable.
El
discurso de Podemos es el habitual galimatías en este mosaico de
personalismos enfermizamente mediáticos, pero el resumen final es el
mismo que el del PP y el PSOE: “no” al referéndum de autodeterminación
catalán porque no tiene garantías, no es legal, no es seguro y, sobre
todo, no lo controlan ellos.
C’s está apuntado al “no” desde el mismo origen porque, a pesar de sus aires de brokers estilo Wall Street, su idea de España es la de los triunfadores del 39.
El
desconcierto y la agitada controversia son prueba palmaria del susto
compartido de la insolente derecha nacional-católica y la izquierda
sumisa ante la probabilidad de quedarse sin el país que su mutua
incompetencia ha destruido. Puro miedo.
Detrás
de las amenazas, las ironías, los engolados pareceres de eruditos a la
violeta y los negros vaticinios de augures vestidos de expertos no hay
más que miedo. Miedo a que, si se hace el referéndum, lo pierdan y, con
él, pierdan el país que llevan parasitando cientos de años a base de
oprimir a sus gentes.
El
“nuevo PSOE” dice buscar una solución (próxima Ejecutiva el viernes)
pactada, negociada, ante la irresponsable inoperancia de la derecha.
Algo es algo. Pero, por lo que se perfila, es poco y tardío. La clave
para resolver la cuestión es el referéndum pactado. Y es la clave
porque, sin él, no habrá moción de censura ganadora y el PSOE no podrá
desalojar al PP del gobierno, cosa que podría hacer el 1º de septiembre,
con los votos favorables de JxS.
Pero
el “no” socialista y el otro “no” nacional-español de Podemos, no solo
prueba su miedo y su insinceridad, sino que los hace cómplices de la
política represiva que aplica la derecha. Y en esa política represiva
hay un nuevo avance especialmente abusivo y repugnante: el intento de ir
contra funcionarios y políticos de la Generalitat, atacándolos en su
patrimonio. Sin duda, muy coherente con el espíritu de esta derecha
franquista que ya aplicó Cifuentes en Madrid y laos dos mendas que
dominaron el ministerio del Interior con su Ley Mordaza, un intento de
volver al “orden público” de la dictadura arruinando a la gente.
Es
literalmente repugnante que el gobierno y partido que más han robado en
la historia de España, más caudales públicos han malversado, más han
estafado y expoliado el erario, incrementen su política represiva por la
vía pecuniaria. Lo hacen atentando contra el patrimonio de los
políticos y los funcionarios como antes contra los ciudadanos como una
posible forma de reponer los caudales que llevan años robando y
malversando en viajes, francachelas, putas, drogas, confetti, cuentas en
Suiza y Panamá, sobresueldos, financiación ilegal, sobrecostes,
mordidas, cohechos, extorsiones, estafas, obras faraónicas inútiles para
beneficio propio y de amigos, sobornos a periodistas mercenarios y
expolios con las privatizaciones.
Pero,
sobre todo, es una decisión tan odiosa y miserable (propia de quienes
proceden de esa manera en todo lo demás) que, de llevarse a cabo, puede
provocar un estallido social en Cataluña, harta ya del saqueo, como
debiera estarlo el resto de España si tuviera algo de coraje.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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