miércoles, 12 de julio de 2017

La corrrupción como una de las bellas artes / Ramón Cotarelo *

¿Recuerdan esas películas del Oeste en las que el personal se lía a mamporros en mitad de un barrizal en un pueblo perdido de Alaska? Todos quedan cubiertos de fango y siguen atizándose sin saber ya por qué. 
 
Este asunto de las alcantarillas de ministerio del Interior se parece mucho. Desde el ministro santurrón al último detective privado, estilo Philip Marlowe, la amplia variedad de cargos, carguillos, comisarios, delegados, subcomisarios, policías, soplones, políticos en esta ciénaga de la "operación Cataluña" todos embarrados hasta las cejas, ya no permite distinguir a unos de otros, cosa, además, inútil, pues todos van a lo mismo: a llevárselo crudo y acusar a otros de hacerlo. 
 
En ese clima de verdaderos hampones suena la divertida advertencia del portavoz del PP, Martínez Maíllo, sosteniendo que la próxima comparecencia del presidente del gobierno como testigo ante un tribunal que está juzgando la presunta corrupción de su partido se inscribe en la normalidad democrática. Ignoro qué entienda Maíllo por "normalidad" y por "democrática", cuenta habida de que eso no ha pasado jamás en España y dudo de que lo haya hecho en alguna otra democracia. Y de ser tan normal, no se entiende que el presidente quisiera comparecer poco menos que por skype. La normalidad democrática manda que baje al barro. Al fin y al cabo es el suyo.

¿Y esas otras historias de mafias de los negocios de la construcción, gangsters de Chicago que hacen desaparecer a sus enemigos en bloques de hormigón, usados para construir rascacielos con trampas acordadas con autoridades municipales corruptas? No se diga que exagero. Algún testigo de la Púnica (el emporio de Granados) denuncia haber recibido amenazas de muerte. Estos de la Púnica parecen poderosos y con influencias. Las suficientes al menos para vaciar las carpetas y archivos de la Comunidad con documentación de gran fuerza probatoria. 
 
Nada menos que los contratos claves de la Púnica con la Administración. La explicación es que se han "traspapelado" y que sus carpetas "están vacías". Quienes hayan sido capaces de hacer desaparecer una parte del cuerpo del delito, probablemente estén en situación de proceder de igual modo con alguna persona incómoda. No al estilo de Chicago, pero sí al más berlanguiano, de ahogarla en el Manzanares. Ese toque de Berlanga explica muchos aspectos de la corrupción española. Por ejemplo, la conga que se marcaron los peregrinos a Lourdes con cargo al erario.

Berlanga es solo una parte de la vis artística de la corrupción. La otra, inevitable, es Valle-Inclán. La corte de los Borbones de la tercera restauración, con un exrey que lo es por borbonear y una familia real tan popular que no solo se codea con plebeyos, sino también con delincuentes, es tan animada como la de su antepasada Isabel II. Y con Valle, aparece la Iglesia, cuya posición en esta España no confesional del XXI es tan peculiar que hasta la UE ha debido advertir -con la legislación mercantil en la mano- que la exención fiscal a las actividades empresariales de la Iglesia es ilegal. 
 
En España, las luces vienen siempre de fuera porque aquí el personal está en la luz interior del misticismo, gracias a la cual el país se ha enterado de que la Iglesia es un Estado dentro del Estado, que no paga ningún tipo de impuesto: sucesiones (claro), IVA, IBI, IRPF, Sociedades. Nada. En cambio, recibe una subvención pública de miles de millones de libre disposición. Con ese dinero, entre otras cosas, financia canales audiovisuales de extrema derecha y sin contar con la presencia de los obispos en la radiotelevisión pública. Así, gracias a Dios, toda la ciudadanía, incluidos los homosexuales, puede enterarse en la misa del domingo por la mañana de que la homosexualidad es una enfermedad que tiene cura administrada por el obispo telepredicador. 

Esta permanente injerencia del clero en la vida pública da tipos humanos muy parecidos a los de las novelas de Pérez Galdós. Algunas mujeres directa o indirectamente relacionadas con la corrupción tienen toques galdosianos: Aguirre, Cospedal, Cifuentes o la mosquita muerta, consejera de educación en Madrid, Lucía Figar, que se gastaba los dineros públicos en campañas en las redes para embellecer su imagen de virgen prudente. Y los hombres no se quedan atrás, con esos empresarios enchironados o a la defensiva, como Díaz Ferrán o Arturo Fernández, por no hablar de los empresarios del hampa, como Correa o su adlátere el Bigotes, emblemas del machismo delictivo. Ahí están las novelas del llorado Chirbes, continuador malgré lui-même de la tradición galdosiana para dar el trasfondo.

Es patente que este gobierno no puede gobernar; no es en absoluto "normalidad democrática" que el presidente vaya a declarar en un proceso penal; y mucho menos que su declaración se ajuste -como se ajustará- al "no sé", "no me acuedo", "no me consta" y "esas cosas las llevaba mi marido" de la Infanta. Será imposible evitar el titular de prensa de Rajoy se marca una infanta

Esta irrisión general no puede seguir así, sobre todo porque sus responsables pretenden ocultarla encendiendo un conflicto en Cataluña. Y la única manera de pararlo es una moción de censura. A ella puede el gobierno responder con una disolución y convocatoria de nuevas elecciones (siempre que se respeten los pasos establecidos) pero, en cualquiera de los dos casos, se habrá puesto fin a una situación agónica que no se sostiene.
 
El frente unido español contra el referéndum
                                                                                                                                             
A medida que se acerca la fecha del referéndum sin que el bloque independentista muestre señales de vacilación (aunque la prensa cavernaria de Madrid se las invente) cunde el pánico en las filas del nacionalismo español. Como siempre, ha sido incapaz de gestionar el conflicto con un mínimo de racionalidad y ahora, cuando ya no hay tiempo, forma un frente común contra el independentismo, olvidando sus aparentes discrepancias.

El PP esgrime la sagrada unidad de la patria que Franco agonizante encomendó a Juan Carlos, aunque ahora se disfraza de unidad “democrática” de soberanía, de “igualdad” (las comillas indican mentiras) de todos los españoles y de vigencia de una Constitución que el propio PP rechazaba en un principio. Para garantizarla está dispuesto a emplear todos los medios, incluso los presuntamente delictivos, como ya ha demostrado.

El PSOE, tratando de diferenciarse de la derecha neofranquista, después de años de haberle hecho el juego, persigue el mismo fin, pero acude a procedimientos menos agresivos, más dialogantes y con mayor voluntad de reforma. No obstante, tiene la misma línea roja del “no” al referéndum y, por lo tanto, no solo llega tarde si no amplía la oferta, sino que su papel de furgón de cola de la derecha será aun más lamentable.

El discurso de Podemos es el habitual galimatías en este mosaico de personalismos enfermizamente mediáticos, pero el resumen final es el mismo que el del PP y el PSOE: “no” al referéndum de autodeterminación catalán porque no tiene garantías, no es legal, no es seguro y, sobre todo, no lo controlan ellos.

C’s está apuntado al “no” desde el mismo origen porque, a pesar de sus aires de brokers estilo Wall Street, su idea de España es la de los triunfadores del 39.

El desconcierto y la agitada controversia son prueba palmaria del susto compartido de la insolente derecha nacional-católica y la izquierda sumisa ante la probabilidad de quedarse sin el país que su mutua incompetencia ha destruido. Puro miedo.

Detrás de las amenazas, las ironías, los engolados pareceres de eruditos a la violeta y los negros vaticinios de augures vestidos de expertos no hay más que miedo. Miedo a que, si se hace el referéndum, lo pierdan y, con él, pierdan el país que llevan parasitando cientos de años a base de oprimir a sus gentes.

El “nuevo PSOE” dice buscar una solución (próxima Ejecutiva el viernes) pactada, negociada, ante la irresponsable inoperancia de la derecha. Algo es algo. Pero, por lo que se perfila, es poco y tardío. La clave para resolver la cuestión es el referéndum pactado. Y es la clave porque, sin él, no habrá moción de censura ganadora y el PSOE no podrá desalojar al PP del gobierno, cosa que podría hacer el 1º de septiembre, con los votos favorables de JxS.

Pero el “no” socialista y el otro “no” nacional-español de Podemos, no solo prueba su miedo y su insinceridad, sino que los hace cómplices de la política represiva que aplica la derecha. Y en esa política represiva hay un nuevo avance especialmente abusivo y repugnante: el intento de ir contra funcionarios y políticos de la Generalitat, atacándolos en su patrimonio. Sin duda, muy coherente con el espíritu de esta derecha franquista que ya aplicó Cifuentes en Madrid y laos dos mendas que dominaron el ministerio del Interior con su Ley Mordaza, un intento de volver al “orden público” de la dictadura arruinando a la gente.

Es literalmente repugnante que el gobierno y partido que más han robado en la historia de España, más caudales públicos han malversado, más han estafado y expoliado el erario, incrementen su política represiva por la vía pecuniaria. Lo hacen atentando contra el patrimonio de los políticos y los funcionarios como antes contra los ciudadanos como una posible forma de reponer los caudales que llevan años robando y malversando en viajes, francachelas, putas, drogas, confetti, cuentas en Suiza y Panamá, sobresueldos, financiación ilegal, sobrecostes, mordidas, cohechos, extorsiones, estafas, obras faraónicas inútiles para beneficio propio y de amigos, sobornos a periodistas mercenarios y expolios con las privatizaciones.

Pero, sobre todo, es una decisión tan odiosa y miserable (propia de quienes proceden de esa manera en todo lo demás) que, de llevarse a cabo, puede provocar un estallido social en Cataluña, harta ya del saqueo, como debiera estarlo el resto de España si tuviera algo de coraje.

Para evitar esa vergüenza de unos mangantes robando el patrimonio personal de los representantes democráticos y los funcionarios, la izquierda, y especialmente el PSOE, solo tiene una salida: pactar un referéndum en Cataluña y presentar una moción de censura que desplace a esta banda de ladrones del poder político (y, por tanto, también del judicial a sus órdenes) antes de que sea demasiado tarde.
 
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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