lunes, 31 de julio de 2017

Santiago y cierra, España / Adrián Ángel Viudes *

La historia de España, nuestra historia, esa que ahora mentes sectarias intentan adulterar, es, en gran parte, la lucha de la Cruz contra la Media Luna.

Una de las más famosas batallas entre cristianos y musulmanes fue la de Clavijo, declarada por el Rey de Asturias Ramiro I.

El Rey cristiano no quiere seguir sometido al vergonzoso tributo de las cien doncellas; se rebela contra el deshonor, y planta cara al todopoderoso Abderramán II.

En La Rioja, en el denominado Campo de la Matanza, año del señor de 844, se enfrentan los dos poderosos ejércitos.

Las huestes cristianas contemplan con pavor la magnitud del ejército moro. Hay una primera escaramuza y, ante el empuje de los de la Media Luna, los defensores de la Cruz tienen que refugiarse en el Castillo de Clavijo.

Esa noche el Apóstol Santiago se le aparece en sueños a Ramiro y le asegura la victoria. Enfrentados, a la mañana siguiente, ambos ejércitos, dice la leyenda que del cielo bajó, cabalgando a lomos de un corcel blanco, el Santo Tiago, y al verlo Ramiro gritó enardecido: “Santiago y cierra, España”. Esa voz estimuló a las tropas cristianas que alcanzaron una gran victoria.

Cuan hermosa arenga: “Santiago y cierra, España”; y que importante es la coma para no confundir los términos del alegato. “Cierra” es una rotunda voz militar que ya se usaba en tiempos de Roma cuando las falanges, a la voz de: “Cierra”, efectuaban un movimiento preciso mediante el cual la escuadra se agrupaba en círculo, para permitir un mejor ataque o
una mejor defensa.

Al cabo de los siglos escritores con escasa cultura militar suprimieron la coma, y nos hicieron creer que lo que Ramiro había gritado era que España se cerraba a la invasión de aquellos advenedizos musulmanes.

Tan es así que en el siglo XIX la voz se convierte en peyorativa, con el verbo cerrar en alusión al triste aislamiento de nuestra Patria.

Don Ramón del Valle Inclán, en su conocida obra: “Luces de Bohemia” quiere enmendar el fallo y escribe, censurando la arenga de Ramiro, “Santiago y abre España a la libertad y al progreso”.

Hoy la figura de Santiago Matamoros sobre un corcel blanco, y a sus pies cabezas decapitadas de sarracenos, ha sido retirada de cuadros, imágenes y relieves, porque las cabezas pensantes de alguno de nuestros “cultos” dirigentes han considerado que esa representación no es políticamente correcta. 
Hasta la famosa cerámica gallega de Sargadelos ha cambiado una de sus figuras más solicitadas, la de Santiago Matamoros, poniendo a los pies de su blanco corcel ratas en vez de cabezas de sarracenos . ¡Qué manera más ridícula de patear la historia!

Dejemos descansar al rey Ramiro; volvamos a usar el verbo cierra en su más común acepción y veamos cuantas cosas, de un tiempo a esta parte, hemos “cerrado” para defender, no nuestras vidas y haciendas, sino nuestro “yo” profundamente egoísta y pancista.

Hemos “cerrado” nuestras mentes impidiendo que otras verdades pongan en peligro las propias; nos hemos convertido, de la mano de nuestros políticos, en unos vulgares sectarios Hemos “cerrado” nuestros corazones, cambiando el amor al prójimo por una egoísta actitud; y el respeto a los contrarios por una insana aversión.

Hemos “cerrado” nuestro intelecto a la critica dejándonos seducir, sin la más minina reflexión, por los mensajes que una y otra vez nos mandan los liberticidas.

Hemos “cerrado” nuestra capacidad de reaccionar ante la corrupción política por miedo a lo que puede venir.

Hemos “cerrado” nuestra forma de comunicarnos de viva voz, sustituyendo la hermosa palabra dicha por perversos ingenios informáticos; ya no hablamos, chateamos.

Y por “cerrar” hasta hemos consentido en cerrar nuestras listas electorales obligándonos a votar no a los que queremos, sino a los que los partidos desean, a los serviles, a los que, a partir de ese momento, solo atenderán a los designios de quien los colocó.

Nos utilizan y nos desprecian, ignorando que su autoridad la tienen por delegación nuestra, y que por tanto es efímera.

“Si me sacas del pozo te perdono la vida”, gritaba aquel orgulloso portugués, sumido en las entrañas de una profunda sima, dirigiéndose al paisano que atónito lo escuchaba asomado al brocal.




(*) Ex presidente de la Autoridad Portuaria de Cartagena



(Publicado hoy en La Verdad)

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