jueves, 13 de julio de 2017

Fracaso y éxito de la política europea contra la inmigración ilegal / Antonio Sánchez-Gijón *

El in­forme de un co­mité de la Cámara de los Lores, del par­la­mento bri­tá­nico, sobre la ope­ra­ción Sophia, de la Unión Europea, en que par­ti­cipan 25 países contra el trá­fico de per­sonas a lo ancho del Mediterráneo cen­tral, acaba de de­clarar el fra­caso de su ob­je­tivo prin­ci­pal: la per­se­cu­ción de los pro­mo­tores del co­mercio hu­mano que me­diante em­bar­ca­ciones in­se­guras co­locan en los países eu­ro­peos cientos de miles de per­sonas que in­tentan en­con­trar en Europa un modus vi­vendi. La ma­yoría de ellos pro­cede de África Subsahariana. 

Sólo 110 posibles traficantes fueron detenidos en 2016, y sólo 463 embarcaciones aprehendidas o destruidas. Los botes neumáticos, que han reemplazado a los pesqueros, son vendidos a los traficantes por sus importadores chinos en Libia. La práctica de esos traficantes es radiar un mensaje anunciando la salida de esas embarcaciones para que los barcos de rescate fletados por las organizaciones humanitarias, principalmente europeas, acudan en su ayuda en cuanto aquéllas salgan de las aguas territoriales del país.

Pero el objetivo secundario de la operación Sophia ha sido “un éxito humanitario”, afirma el informe de los Lores, y debería seguir, recomienda, ya que año tras año los ahogamientos en el mar se incrementan: 3.175 en 2015, 4.500 en 2016, y 2.150 registrados en lo que va de 2017.

La otra cara de la operación Sophia es el número creciente de migrantes que logran entrar, irregularmente, en Europa: 153.482 en 2015 y 181.436 en 2016. En lo que va de año, en Italia han sido desembarcados 83.650, un 20% más que en el mismo periodo de 2016. Mil doscientos rescatados por la nave española Rio Segura arribaron a Salerno el 29 de junio pasado.

Pero éste es un problema que da signos de agravarse a escala regional. La oficina de la presidencia de Argelia ha dado señales de alarma sobre el número de migrantes que entran en el país por sus fronteras del sur. Hasta ahora Argelia era tierra relativamente hostil a este tipo de inmigración. La ruta española, con la entrada irregular o por la fuerza en Ceuta y Melilla, que venía registrando números decrecientes de ‘saltos de las vallas’, se ha desplazado a los puertos situados a lo largo de las costas orientales de Marruecos, con desembarcos tan lejanos como la isla de Alborán y las Baleares.

Italia ha dado firmes muestras de impaciencia, después de años en que los otros socios de la Unión se lavaran las manos en cuanto al registro, procesamiento y, en su caso, asentamiento temporal de los migrantes para su posterior expulsión. Recientemente, y en un solo fin de semana, desembarcaron en Italia 12.600 migrantes, según denuncia del alto comisionado para los refugiados, de las NN.UU., Filippo Grandi.

El efecto llamada de la actual ruta mediterránea llega a remotos lugares del orbe, como Asia Central y los países subsaharianos. Esas corrientes migratorias son miradas con desaliento por algunos líderes morales de los países de origen, como el cardenal Peter Turkson, de Ghana, quien ha pedido a los países europeos “cerrar el grifo” de la entrada en Europa de los jóvenes ghaneses, ya que suelen ser los más emprendedores y dado que su soñado asentamiento en Europa vacía de energía su propia patria.

La cuestión migratoria se presta, por un lado, a diferencias de criterio entre los socios europeos sobre el modo de afrontar el problema, y por otro a la apertura de un flanco débil en la cohesión del proyecto europeo, fácilmente explotable por líderes no europeos.

Respecto de este último aspecto, es sabido que los gobernantes de Hungría y Polonia, dos países muy celosos de la santidad de sus fronteras, se oponen enérgicamente a que las políticas de migración y refugiados sean tratados como materia de interés exclusivo de la Unión. Incidiendo en este punto, y en su reciente visita a Varsovia en vísperas de la reunión del G-20 en Hamburgo, el presidente Trump lanzó un discurso con reflexiones sobre el destino de Occidente, en que preguntó: “¿Tenemos la suficiente confianza en nuestros valores para defenderlos a cualquier precio? ¿Tenemos el suficiente respecto a nuestros ciudadanos para proteger nuestras fronteras?”. Polonia y Hungría se sienten respaldadas por los otros dos países del mismo grupo ‘Visegrad’, República Checa y Eslovaquia.

Esta semana se celebró en Varsovia una reunión de autoridades europeas de migraciones para revisar la ‘Operación Tritón’, lanzada en 2014 para el rescate de navegantes en peligro en el Mediterráneo Central, bajo el comando de la marina italiana. Por este acuerdo, Italia los desembarcaba para su reconocimiento y registro, y luego los internaba hasta el límite de sus posibilidades, con ayuda financiera de la Comisión Europea. El caso es que la mayor parte de ellos se asientan irregularmente en Italia. Su gobierno viene reclamando desde hace años el reasentamiento de los migrantes en otros países para su ‘procesamiento’ y expulsión.

Después de años de llamar a oídos sordos, por fin la reunión de Varsovia promete atacar el problema. Los otros representantes europeos reconocieron formalmente que Italia “afronta una presión extraordinaria y necesita un apoyo suplementario de la Unión y de Frontex”, en referencia a la agencia europea de control de fronteras. Hasta el mismo Mariano Rajoy se pronunció recientemente sobre esta cuestión, y ha prometido autorizar la acogida de migrantes, al objeto de aliviar a Italia. Veremos.


(*) Periodista


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