domingo, 9 de julio de 2017

Bucle histórico / Alberto Aguirre de Cárcer *

El 10 de mayo de 1925, hace 92 años, la Diputación Provincial iba a celebrar una asamblea en la que estaba en juego la unidad de los municipios murcianos en favor de la construcción de dos pantanos, el de la Caridad (Taibilla) y el de la Fuensanta. Se trataba de un proyecto hidráulico diseñado para aprovechar las aguas del río Taibilla, que impulsaban los ayuntamientos de Murcia y Cartagena. 

Había importantes objetivos en liza: garantizar el abastecimiento a 500.000 personas de casi todas las poblaciones de la provincia, incluida la base y el puerto de Cartagena; evitar inundaciones graves como las de 1879 y «llevar a los campos yermos el líquido fertilizante e impulsor de la riqueza», como escribía ‘La Verdad’ ese día en su portada, en un artículo titulado ‘Unidad indispensable’. 

Además de proteger contras las avenidas, ambos embalses ayudarían a acabar con la insalubridad de las aguas, evitando 600 muertes y 6.000 enfermedades graves cada año solo en Cartagena, habitada entonces por 60.000 personas. La situación era igualmente penosa en Murcia, que carecía de canalizaciones para llevar el agua a las casas.

Pero también, los dos vasos proyectados en el afluente del Segura abrían la posibilidad de mantener 100.000 hectáreas de cultivos en la provincia, ya entonces sometida a un importante déficit hídrico, con periodos de prolongadas sequías. Sin embargo, según avanzaba el proyecto, se suscitaron varias controversias, aireadas en los periódicos de la época, sobre quiénes debían tener uso preferente para la agricultura de los caudales sobrantes y por el temor de algunos municipios a quedar preteridos en el reparto. Había dudas sobre qué derechos de uso tendrían los regantes tradicionales del Segura y sobre el precio de ese agua. La posición defendida por este diario era que, frente a las «divergencias y las parcialidades», importaba «sobremanera no comprometer el éxito de la empresa suscitando rivalidades». 

En definitiva, que era un tema vital para la provincia y por tanto resultaba indispensable la unidad para lograr un solo anhelo: que los pantanos fueran «construidos para salvar de la tormenta de la sequía a toda una región feraz». Dos años después, en plena dictadura de Primo de Rivera, se crea por decreto-ley la Mancomunidad de Canales del Taibilla y se revisa el proyecto de 1925. 

Pero cuando todo parecía marchar hacia adelante, resurgió una propuesta alternativa que había sido descartada (la toma de agua del río Mundo), lo que provocó confusión a los ayuntamientos y la pérdida de esa unidad, que no hizo sino acrecentarse en tiempos de la República. Tras múltiples vicisitudes, y pese al enfrentamiento por el agua sobrante entre los regantes tradicionales del Segura y los agricultores de Lorca, Totana y Alhama, cuando iban a arrancar las obras del pantano del Taibilla estalló la Guerra Civil. No fue hasta 1945 cuando el agua del Taibilla llegó a Cartagena.

Con el trasvase Tajo-Segura cerrado, la Región vuelve, una vez más, a estar inmersa en una comprometida situación que amenaza hoy a un sector que representa el 20% del PIB regional y el sustento de más de 100.000 personas. Con una grave sequía que afecta duramente a gran parte del país, y en un escenario de galopante calentamiento por el cambio climático, la ministra de Agricultura acaba de iniciar los primeros contactos para intentar, por fin, un Pacto Nacional del Agua que debería aportar soluciones estructurales a nuestro déficit hídrico. Y de cara a esas negociaciones políticas que tienen complejas aristas territoriales, los partidos de la Región han comenzado los contactos para alcanzar una posición común que defender en Madrid. 

Como expresamos hace 92 años en estas páginas, pensamos que la unidad es indispensable en un tema vital para la Región. La altura de miras que demostraron PP y PSOE, cuando el anteproyecto de estatuto manchego puso fecha de caducidad al Trasvase, puede y debe volver a reeditarse para alcanzar un acuerdo regional lo suficientemente sólido para que no acabe convertido en una débil baza negociadora en Madrid. 

Debe servir de lección lo ocurrido con los prometidos mecanismos de compensación previstos en el Memorándum que ahora se nos hurtan. Hoy solo es posible garantizar los recursos hídricos necesarios, presentes y a medio plazo, si se combinan los trasvases de otras cuencas, las desalinizadoras y las aguas subterráneas. 

Desde sus distintas y legítimas posiciones, los políticos de la Región deberían hacer un esfuerzo por aparcar prejuicios e intereses partidistas y enhebrar acuerdos que permitan el desarrollo sostenible de nuestro sector agroalimentario sin causar perjuicios medioambientales. Es en estos momentos difíciles cuando los políticos exhiben su auténtica talla. Aquí y ahora se juegan de nuevo el futuro de todos.



 (*) Periodista y director de La Verdad
 


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