martes, 1 de agosto de 2017

Para un discurso, improbable, de Fernando López Miras

Murcianos y murcianas todos (y todas): 

Es verdad que he empezado mi mandato, pasmoso y carambólico, un tanto convencional y seguidista, como señala la costumbre y más fácil resulta: que si agua para todos, la agricultura por encima de todas las cosas, el Mar Menor arreglado, el AVE inminente, el aeropuerto chupado, Portmán, un ejemplo, el Gorguel ya veréis, los turistas europeos como moscas? 

Pero he dado en estudiarme las críticas y advertencias que sobre nuestra Región se vienen haciendo, incluso por los más indeseables y aguafiestas de por aquí (ya sabéis: los ecologistas, que no estarán en la Asamblea pero cómo incordian) y, vaya, me creo que ahí tengo yo la oportunidad de dejar de parecerme a mis antecesores, de figurar en la croniquilla de esta tierra (algo acomplejada, bien es verdad, pero es lo que hay) como alguien entre original y sincero. 

Olvidaos, pues, de mi discurso del Día de la Región, obligado, imperfecto y fantasioso, y tomaos en serio lo que tengo que deciros, que es lo que vale. Empezaré por poner a parir a mis antecesores, incluyendo al Jefe súper, responsable directo e indirecto de este naufragio general al que ya llego yo en chinchorro y con vía de agua; y, por supuesto, el que me vea repetir lo de que PAS es mi ejemplo, por cuya estela discurrirá mi leal proceder, que me mande un breve y explícito «¡Eh!» sin más, que con eso yo me entiendo. 

De lo primerico, primerico que haré será decir a mis consejeros que se olviden de pedir al Estado la competencia en Costas, que (esto lo he leído no sé cuántas veces en los fogosos, a la par que rigurosos y proféticos, textos ecologistas) con la acérrima incompetencia nuestra, políticos y burócratas de la Región, más la codicia de empresarios y especuladores, nos bastaría con una legislatura para tragarnos el litoral a bocados; mejor lo dejamos como está, sí. Algo parecido haré con el Pacto del Agua, que mejor no meneallo: no ya por el desacuerdo anunciado sino porque el país entero está pendiente de nuestro pertinaz pedigüeñismo y a las risicas hoy condescendientes podría suceder una invasión en regla de tres o cuatro regiones para corrernos a gorrazos y con razón, que están de nosotros hasta el moño. 

Es en esto del agua, y en lo del campo en general, donde quiero ser imaginativo y arrojado, de verdad. 

Están diciendo que Murcia es inviable con una agricultura insoportable y empiezo a creérmelo. Fijaos que lo del «Agua para Todos», todavía discreto aunque con la trampa que todos sabemos, ha sido superado por la propuesta del diputado Cano Molina, qué fenómeno, con un extático «Agua para Siempre», a lo que yo, que estoy pensando todo el día, me voy preparando con este otro eslogan: «Nos falta agua y menos que tendremos».

Para fundamentar mi nueva política, me estoy leyendo las decenas de textos que describen el cambio climático en ciernes y señalan a Murcia como la región de la Península que más lo va a sufrir, con creciente déficit de agua y alza de las temperaturas medias, subida del nivel del mar y erosión playera, invasión de insectos, reaparición de enfermedades olvidadas? 

Se impone, pues, el control y la revalorización de nuestros recursos propios y básicos, agua y suelo en primera instancia (más toda una pléyade de producciones olvidadas y condenadas por la agricultura intensiva criminal, que hay que recuperar ya), con un replanteamiento general de la política agraria que retome la sabiduría de los años 50 y 60, cuando nuestros campos estaban habitados, cuidados y cultivados y nos regalaban con calidad y optimismo dándonos de comer, no como ahora. 

Que es de necios esperar que la Región pueda seguir como va, con una economía agrícola exportadora (es decir, de saqueo) más allá de un decenio, como estamos viendo por el marco climático-catastrófico que nos castiga. Así que yo voy a hacer con lealtad lo que me toca, aunque (como es más que probable) mi ejercicio político de chamba finiquite en 2019. 

Empezaré poniendo orden social en el campo, de condiciones sonrojantes, en el que, temporeros o no, una buena parte de los trabajadores se desenvuelven al filo del esclavismo. Porque veo que los inspectores de trabajo no inspeccionan, y si lo hacen no denuncian, y si denuncian no se nota. Que no se diga más que el PP vive en concubinato pecador con negreros y piratas del campo. 

Y cuando me reúna con los representantes de las organizaciones agrarias y me salten vociferando y amenazando pidiendo la luna (o sea, más agua) o una reducción más de tarifas y cargas varias, en lugar de achantarme y someterme pediré a los antidisturbios que les zurren la badana y alisen el flequillo, a ver si se ubican y tranquilizan. 

Aunque no creo que haga falta, ya que lo primero que me van a hacer antes de reunirnos en esta nueva etapa de emergencia real y sin cuentos es el cálculo minucioso del espeluznante dumping con el que se forran: que me expliquen, en euros contantes y sonantes, los daños que vienen provocando en los acuíferos, en los suelos, en el ambiente atmosférico, en las aguas marinas y la franja litoral, a ver si se enteran de que sus lechugas cuestan, no el euro (digamos) que pagan, sino cinco o diez, aunque ellos hagan recaer los otros nueve sobre la naturaleza y la sociedad. 

Para que esos cálculos sean rigurosos les cederé a mi consejero Juan Hernández, liberándolo de la pesada carga de otorgar subvenciones y que se aplique a la aritmética, nada complicada, de los costes globales ambientales; y si éste me viene con la murga del comercio libre y los precios de mercado, cojo y lo reenvío a la UCAM, a que se realice. 

Los del Centro de Edafología, CEBAS, van a tener trabajo, ya que me van a decir, con pelos y señales con qué suelos contamos para la supervivencia, con el relato minucioso de las hectáreas estériles, que presumo ingentes por la acción persistente de los productos anti natura con que la agricultura industrial nos viene machacando. 

No os quiero cansar, y menos en este Año Santo caravaqueño, solemne y fabuloso, milagrero y penitencial, en el que os animo a hacer, como yo, propósito de enmienda: os prometo que en un año podréis notar que la región abandona la derrota sostenida hacia ninguna parte y arrumba a puerto seguro».




(*) Ingeniero, politólogo, activista y profesor jubilado 





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