miércoles, 2 de agosto de 2017

España renuncia a acoger la sede de la Autoridad Bancaria Europea / José Hervás *

España ha re­nun­ciado a com­petir por la sede de la Autoridad Bancaria Europea para dejar vía libre a que se tras­lade a Barcelona la sede de la Agencia Europea del Medicamento, ambas es­ta­ble­cidas en la ac­tua­lidad en Londres. Es una apuesta muy arries­gada. 

El Gobierno no debería haber descartado optar también por la EBA como han hecho otros países, aunque desde el partido popular recuerdan que la autoridad bancaria europea podría estar condenada a su desaparición por lo que no tendría sentido competir por ella.

La cuestión catalana juega como un hándicap para España. Tras los dolores de cabeza que está generando el Brexit, cuando todavía no se han iniciado las verdaderas negociaciones para el abandono del Reino Unido de la UE, las tensiones entre la Generalitat y el Gobierno pesarán en la decisión final.

Es el aspecto político el que verdaderamente más importa en esta cuestión. Desde el Gobierno se han puesto sobre la mesa otros argumentos para justificar la no presentación de la candidatura por la EBA, como el del escaso número de empleados y las reducidas visitas que generan, pero eso es en realidad una cuestión menor y el Gobierno lo sabe.

Por no obviar los argumentos cuantificables a primera vista, recordemos que la Agencia Europea del Medicamento emplea a 890 funcionarios y recibe anualmente la visita de unos 35.000 expertos de la industria, frente a los 165 empleados de la agencia de la Autoridad Bancaria Europea, cuyas visitas a su sede no han sido desveladas. Fuentes del sector financiero español consideran un error del Gobierno haber abandonado la candidatura de antemano.

Manteniendo las ofertas por las dos agencias, España hubiera podido presionar más. Desde fuentes parlamentarias populares matizan a capitalmadrid.com en cambio que no está decidido que la EBA siga existiendo en el futuro, mientras que la apuesta por Barcelona contiene un claro mensaje político que no se puede obviar en este momento de tanta incertidumbre sobre la cuestión catalana.

Como se recordará, la Autoridad Bancaria Europea, nacida en 2011, e instalada desde sus comienzos en Londres, podría estar condenada a su desaparición tras la salida del Reino Unido de la UE.

En la Comisión Europea se han manifestado a favor de suprimir este organismo que ayudaría a simplificar la estructura de vigilancia financiera y reducir el número de instituciones dependientes de la Unión que cuenta en la actualidad con 45 agencias externas con más de 5.500 empleados en total. Tras el ‘éxito’ de las pruebas de resistencia a la banca no son pocos los que han planteado la razón de ser de este organismo.

Bruselas incluso abrió a finales de marzo una consulta pública sobre el futuro de las tres agencias de supervisión financiera (la EBA, la de mercados bursátiles y la de seguros) en la que plantea abiertamente la disolución de la autoridad bancaria y la transferencia de sus competencias a las otras dos.

La disolución de la EBA favorecería a París y Frankfort, capitales que podrían acoger en sus instituciones a los 165 empleados de la Autoridad Bancaria. Lo podría hacer con la Autoridad de Seguros y Pensiones (EIOPA, por sus siglas en inglés), establecida en Fráncfort, o con la Autoridad de Mercados bursátiles (ESMA, en inglés)”, afincada en París que podría asumir las competencias relacionadas con la protección del consumidor.

Pese a los escarceos del Ejecutivo comunitario se mantiene la convocatoria para la EBA sobre la que decidirán en su reunión de noviembre los ministros de Asuntos Exteriores de los 27 países, el Reino Unido no participará. La primera votación será para decidir la sede de la EMA. El país que se haga con ella deberá renunciar a competir por la EBA.

Con anterioridad, la Comisión Europea dará a conocer la valoración de las candidaturas el 30 de septiembre. Compiten por la EBA Fráncfort, París, Bruselas, Luxemburgo, Dublín, Praga, Viena y Varsovia.

Mayor todavía es la competencia por la EMA, por la que concurren Ámsterdam, Atenas, Bonn, Bratislava, de nuevo Bruselas, Bucarest, Copenhague, Dublín, Helsinki, Lille, Milán, Oporto, Sofía, Estocolmo, Malta, Viena, Varsovia y Zagreb.

Además de la incertidumbre sobre la ‘cuestión catalana’, España tiene en contra que ya cuenta con otras tres agencias de la UE, aunque alguna de ellas pase completamente inadvertida para la opinión pública española en general.

Son la Oficina de Propiedad Intelectual (EUIPO) en Alicante, la Agencia comunitaria de Control de Pesca (ACCP) en Vigo y la de Seguridad y Salud en el Trabajo (EU-OSHA) en Bilbao. Resulta difícil llegar a otra conclusión distinta a que Barcelona lo tiene muy difícil. Pero es cierto que quien no compite no gana.



(*) Periodista

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