NEW HAVEN.- La doctora Serena Spudich, catedrática de neurología en la Universidad de Yale (Estados Unidos), ha publicado un artículo en la revista científica Science en el que analiza cómo los efectos en el cerebro del coronavirus pueden producir covid persistente.
Puede que el covid-19
sea principalmente una enfermedad respiratoria, pero su alcance se
extiende mucho más allá de los pulmones. Desde el inicio de la pandemia,
los neurólogos han visto claramente que la enfermedad puede afectar
incluso a nuestro órgano más preciado: el cerebro.
Las complicaciones
neurológicas y psiquiátricas del covid-19 son increíblemente diversas y a
veces persisten mucho después de que los pacientes se recuperen de sus
infecciones iniciales. El estudio de los mecanismos que subyacen a estas
complicaciones es una necesidad urgente para ayudar a quienes luchan
contra los síntomas persistentes
«Muchos pacientes están desesperados por volver a su vida normal, y es muy frustrante para ellos que carezcamos de terapias específicas
para sus afecciones. Hasta que no entendamos la fisiopatología, no
podremos orientar adecuadamente su tratamiento», reflexiona la
investigadora.
Un aspecto del virus que ha
sorprendido mucho a Spudich es la heterogeneidad de los síntomas que
provoca. Incluso en los casos leves, el covid-19 puede causar confusión,
delirio, somnolencia, mala función cognitiva, intensos dolores de
cabeza y molestas sensaciones en la piel. En los casos más graves, los
pacientes han sufrido complicaciones tan graves como accidentes
cerebrovasculares.
Aunque los investigadores se centraron inicialmente en
las complicaciones durante la fase aguda de la enfermedad, a medida que
la pandemia avanzaba pronto se dieron cuenta de que muchas de estas complicaciones podían ser duraderas.
«Ahora hay muchos, muchos
casos de personas que tienen síntomas persistentes durante meses. A esto
se le llama covid-19 persistente. A menudo, han tenido una resolución
completa de sus fiebres y problemas respiratorios, pero siguen teniendo problemas de pensamiento, concentración, memoria o dificultades con sensaciones extrañas y dolores de cabeza», dice Spudich.
Al principio de la
pandemia, a los investigadores les preocupaba que los síntomas
neurológicos pudieran atribuirse a que el SARS-CoV-2 pudiera invadir y
replicarse en las células cerebrales y dañar directamente el cerebro.
Sin embargo, la gran mayoría de las pruebas actuales revelan que no es
así.
«En nuestro artículo,
acumulamos las pruebas que se han investigado sistemáticamente y
resumimos cómo se ve afectado el cerebro durante la covid-19 aguda.
Descubrimos que la mayoría de las investigaciones apuntan a una lesión mediada por el sistema inmunitario, en lugar de que el virus entre realmente en el cerebro y mate las células allí», apunta Spudich.
Los investigadores pueden buscar la presencia de patógenos en el sistema nervioso mediante el estudio del líquido cefalorraquídeo
(LCR), el líquido que rodea el cerebro y la columna vertebral. De los
muchos estudios que se han realizado en todo el mundo, muy pocos han
detectado restos de SARS-CoV-2 en el LCR. Además, los estudios de
autopsia (que a veces pueden detectar fragmentos virales en el cerebro)
tampoco han encontrado partículas remanentes.
Sin embargo, incluso en
ausencia de un virus replicante, el COVID-19 puede contribuir a los
cambios inmunológicos. En concreto, los estudios han apuntado a un
aumento de los marcadores de activación inmunitaria e inflamación
en el LCR y el cerebro que puede ser la base de los síntomas. Por
ejemplo, las células inmunitarias liberan ciertas proteínas para
combatir la infección, pero estas también pueden tener efectos no
deseados que interfieren en la función neurológica.
«Creemos que en
algunas personas que contraen covid-19 y sufren síntomas neurológicos,
el sistema inmunitario está provocando cambios en el sistema nervioso
que acaban haciéndolos sintomáticos», explica la investigadora.
Además,
los científicos creen que algunos síntomas pueden estar causados por la
autoinmunidad, en la que el sistema inmunitario se activa para combatir
un patógeno entrante, pero reconoce por error las propias células del
cuerpo como objetivos. «En estos casos, el sistema inmunitario se
equivoca y ataca a sus propias células cerebrales o nerviosas
periféricas, provocando consecuencias neurológicas o psiquiátricas», detalla Spudich.
La
persistencia de los problemas tras la desaparición de la infección
aguda en los pacientes es un fenómeno aún más desconcertante. Dado que
la presentación del covid persistente es muy heterogénea y que las
pruebas clínicas a las que se someten los pacientes suelen ser normales,
es una enfermedad especialmente difícil de estudiar.
El covid-19 persistente
puede ser el resultado de una neuroinflamación permanente desencadenada
durante la infección aguda, o de otro tipo de cambios relacionados con
la autoinmunidad. Sin embargo, en la actualidad se carece de pruebas
claras que respalden cualquiera de las dos hipótesis. Dado que se
presenta de formas muy diversas, será necesario que muchos especialistas
diferentes trabajen juntos para comprender su fisiopatología.
Para
muchos enfermos de covid-19 persistente, su condición puede perjudicar
su capacidad de trabajo y reducir significativamente su calidad de vida.
El número de personas que han solicitado la baja laboral debido a esta
enfermedad es «asombroso», afirma la investigadora, por lo que es
esencial seguir investigando para ayudar a las personas a recuperar su
vida.
Por ejemplo, si la
investigación descubre que el exceso de inflamación o un ataque
autoinmune en el cerebro es el culpable de ciertos síntomas neurológicos
a largo plazo, esto ayudaría a los científicos a desarrollar terapias
más específicas.
Spudich
también cree que es necesario seguir investigando para entender si
tener covid-19 persistente predispone a los individuos a tener más
problemas en el futuro. Faltan datos, por ejemplo, sobre si los
pacientes tienen más riesgo de desarrollar demencia u otras consecuencias neurológicas.
Mediante la observación de
las diferentes células y proteínas que rodean el cerebro y que pueden
medirse en el LCR, estos investigadores están estudiando cómo funcionan
de forma diferente en las personas que tienen covid-19 persistente en
comparación con las que no desarrollaron complicaciones posteriores.
También
están utilizando imágenes de resonancia magnética para estudiar las
diferencias estructurales y funcionales del cerebro entre estos grupos.
Spudich espera que su trabajo no solo proporcione respuestas a quienes
luchan contra los efectos del covid-19, sino que también arroje luz
sobre otras infecciones víricas poco conocidas, como la enfermedad de Lyme.