El Mar Menor vuelve a actuar de sumidero de todas las aguas recogidas
en la cuenca. Es en el fondo, su función originaria. Las ramblas que en
él vierten, hasta ocho, contribuyen a su colmatación pero estas ramblas
son sistemas naturales de drenaje propios de climas como el nuestro que
concentra las lluvias en episodios torrenciales. El resto del año deben
ser cauces secos. Hasta aquí, las Leyes de la Naturaleza y su
equilibrio.
En estos términos, de cumplirse, andaríamos alineados
con la reciente puesta en escena en el Congreso de los Diputados de la
diputada popular Ascensión Carreño. Una desafortunada experiencia que
tilda de alarmista a la ciudadanía y que rechaza su cooperación, todo
ello enmarcado por fotografías de un Mar Menor azul que ya hace tiempo
no apreciamos. Hay que tener o mucha ignorancia o mucha prepotencia para
hacer una intervención pública tan falta de veracidad.
La verdad,
la realidad es que la actividad antropocéntrica brutal ejercida sin
control e incluso fomentada por la administración pública en un espacio
natural vulnerable y frágil como es el del Mar Menor cambió toda lógica
de las escorrentías y el curso fluvial natural del ciclo del agua en
esta zona geográfica. Como consecuencia, los suelos perdieron su
cubierta vegetal natural de plantas adaptadas a la hipesalinidad y a la
sequía, el relieve se alteró convirtiéndose en una superficie llana de
hectáreas de explotaciones agrícolas en regadío y por la urbanización e
infraestructuras añadidas.
El sistema acuífero del campo de Cartagena
que incluye suelos de diferente grado de permeabilidad, desde los muy
permeables como arenas litorales o las rocas calizas junto a otros poco
permeables como suelos salinos o volcánicos, y en base a esta
composición regulaba de forma natural el ciclo del agua, ahora se
muestra impotente. Y es normal; ni se sabe qué suelo hay en cada parte
tal es la alteración y las idas y venidas de tierra de un lado a otro.
De
otro lado, la artificialización de la costa que olvida considerar al
litoral como algo móvil y cambiante, y lo ve como algo fijo para
implantar infraestructuras y recursos permanentes, impide desarrollar
los cambios naturales que le corresponden al ecosistema para hacer
frente a estas avenidas. La alteración de los cauces fluviales provoca
por añadidura, erosión desmedida con pérdida de playa. Si a esto
añadimos la invasión urbanística en ramblas y lechos de inundación,
quedan rotos los flujos de materiales que en la dinámica fluvial reponen
de forma natural el material propio de las playas.
Así, por ejemplo, la
construcción de paseos marítimos altera esta dinámica fluvial y
consecuentemente, se producen inundaciones en zonas donde antes no
existían. El terreno está preparado para verter determinadas cantidades
de agua de lluvias torrenciales por sus cauces, con su sustrato, con su
cubierta vegetal, con lo que nació este Mar Menor, pero no para
encontrar una pesada carga que transportar de arrastres y un muro de
hormigón al final.
¿Quiénes somos para dar autorización a la
siembra de hectáreas de regadío a escasos metros de una desembocadura y
sin recursos hídricos? ¿Y para hacer un nuevo relieve de terrenos que
decida que ahora el agua baja por donde diga determinado paseo marítimo?
¿Qué planificación se ha hecho para el desarrollo teniendo como base el
medio natural de partida?
En respuesta a esta pregunta un ejemplo
claro son los tanques de tormenta. Independientemente de su eficacia
individual está la planificación y el diseño de su ubicación. Es
increíble que estén ubicados donde menos falta hace. Y esto complica
mucho demostrar su eficacia.
Por otra parte hay algo muy simple que no
costaría ni la tercera parte que cuestan estos tanques; revisar toda la
red de saneamiento, su estado, y ejercer labores de limpieza donde sea
necesario, incluidas las ramblas. Se trata de vigilancia y
mantenimiento. No de colocar un tanque, levantar medio pueblo, arrancar
varios árboles y excavarlo al final de la cadena sin considerar esas
zonas susceptibles de inundación como, casos increíbles de diseño
urbanístico catastrófico: El Centro Comercial Dos Mares y el Hospital
Los Arcos del Mar Menor. Ambos con inundaciones. Ambos nuevecitos.
¿Alguien pensó porqué se ubicaban ahí siendo como es esta zona de
ramblas? ¿Hay algún estudio en los planes urbanísticos que considere el
curso fluvial de las escorrentías que van a parar al Mar Menor en zona
de avenidas?
Falta coordinación en la gestión, sobra la
predominancia de determinados intereses y hay una grave ausencia de
integración del conocimiento. Desde el Pacto por el Mar Menor hemos
puesto en conocimiento de las autoridades competentes nuestro criterio y
conocimiento. Buena parte del mismo iba encaminado a evitar, o al menos
tratar de disminuir, los estragos de los últimos acontecimientos
provocado por las lluvias torrenciales sobre las cuencas que vierten al
Mar Menor, para lo cual se le comunicó a la Confederación Hidrográfica
del Segura y a la Consejería de Agua, Agricultura y Medioambiente
nuestra preocupación por la falta de la aplicación de las medidas del
Plan Hidrológico de Cuenca de corrección hidrológico forestal, de
control de la erosión y del drenaje superficial, que no tienen dotación
presupuestaria para este territorio, todo ello dada la situación de
abandono y de falta de mantenimiento y de conservación de las ramblas y
de su entorno que veníamos viendo y denunciando.
Ahora, cuando
suceden los episodios de lluvias torrenciales que nos son propios, se
pone en peligro la integridad de las personas, del medio natural y de
las propias infraestructuras (que es lo de menos si no fuese por su
elevado coste pagado entre todos). Se despliegan multitud de servicios
de asistencia y es gracias a estos profesionales por lo que no cabe
lamentar mayores tragedias. Pero vivimos en una zona de ramblas con
riesgo de avenidas y no debemos permitirnos sólo poner parches. Es
necesaria la prevención desde la planificación integral porque todo esto
se traduce en personas que sufren y en un medio natural que se nos
muere.
Y que tengamos que ver siempre fotos que muestran a políticos y
políticas como salvadores y vigilantes de nuestro sueño es demasiado
surrealista. En sus manos está dar la verdadera solución al problema,
colaborar con la ciudadanía, escuchar a quienes tienen conocimiento,
dejar de lado posiciones estereotipadas de colores y tendencias, y ser
valientes de una vez con aquellos intereses que convierten cada episodio
de lluvias intensas en una tragedia.
No todo es evitable, pero lo
que está en nuestra mano es imperdonable no hacerlo. La prevención y
atacar las causas en origen son dos de las cosas imperdonables en este
drama que vivimos con el Mar Menor.
(*) Ingenieros agrónomos e integrantes del Grupo de Coordinación de la plataforma Pacto por el Mar Menor